Violeta Parra y su paso por Concepción

Fuente: Diario El Sur 

El libro publicado recientemente por el historiador Fernando Venegas, Director del Departamento de Historia de la Universidad de Concepción, en el marco de la Cátedra Violeta Parra, es una iniciativa con matices que admiten múltiples lecturas.

El encuentro entre Violeta y la rica vida cultural de nuestra ciudad fue fruto del afán modernizador del rector David Stitchkin, quien quiso poner a la UdeC en contacto con aquellos saberes tradicionales que hasta entonces habían sido excluidos de la academia.

Esa voluntad de superar el hermetismo académico ha sido explorada por la Cátedra Violeta Parra en diversas acciones que son, todavía, un aprendizaje en proceso. Y también hace eco en este libro, donde el arte de portada es en sí mismo un gesto que valida las prácticas populares vigentes recurriendo al muralista Pititore, cuyo estilo es actualmente una marca de identidad urbana. Además, utiliza un lenguaje accesible y transparente.

Sus páginas nos relatan el encuentro y desencuentro de sus dos protagonistas: Violeta Parra y la ciudad de Concepción.

Por supuesto, se aportan nuevos antecedentes a la biografía de la artista. Pero el libro no se agota en el anecdotario. Violeta se convierte por un momento en la excusa para presentarnos un relato situado; para revisitar un valioso pasaje de nuestra historia cultural que reconoce la ciudad como parte de un entramado mayor.

En un relato local que elude el localismo chauvinista, Concepción aparece inserta con todas sus singularidades en un panorama nacional e internacional, aterrizando desde la paranoica Guerra Fría y la carrera espacial en las aulas universitarias, pasando por la derrota de Allende frente a Alessandri y los contrastes de una urbe que lidiaba por adaptarse a la crítica migración campo-ciudad.

Por otro lado, el necesario trabajo con fuentes orales logra darle historicidad a una memoria pendiente, a la espera de ser visibilizada bajo el riesgo siempre inminente de desvanecerse. Y allí se nos revela una dimensión rara vez explorada: la recopiladora vista por los informantes, necesario recordatorio de cómo la hemos interpuesto entre nosotros y aquellos sujetos que quería darnos a conocer.

TRANSFORMACIONES

Violeta aparece retratada con una sensibilidad capaz de admitir que, a pesar de su intensidad, una persona no llega a asentarse en una nueva comunidad únicamente para transformarla, sino antes para ser transformada. Y esa metamorfosis parece hacer sentido en la transición desde la folklorista a la artista, en el auge de los procesos creativos que, según la tesis del autor, desembocarían por ejemplo en la composición de “El Gavilán”.

En sus capítulos centrales, se discuten temas como el mítico Museo de Arte Folklórico, su trabajo de recopilación, de divulgación, su vida social y sus retorno como creadora.

Venegas propone, ante todo, desde la desmitificación. Lejos de dar por cierto lo sabido, se permite cuestionar algunas ideas ya asentadas para distanciarse de las idealizaciones, los lugares comunes, y mostrándose capaz de asumir una postura razonada, sin atribuirse verdades absolutas ni forzar interpretaciones. De este modo, consigue reconstruir una Violeta más humana que aquella imagen exacerbada, truncada y esencialista dibujada por los complacientes discursos oficiales, que se desintegran cuando alguien alude a esa mujer capaz de conectar con la intimidad de los sujetos comunes.

El libro nos recuerda un mundo que existe más allá de las últimas composiciones. Que hay territorios y trayectorias que deben ser recorridos, porque no se nace sabiendo; historias y sujetos que nutrieron a la sancarlina para hacerla lo que es, y una búsqueda autónoma y consciente de un itinerario vital y una identidad artística. También, que esos sujetos anónimos que le regalaron sus saberes merecen ser recordados. Y por cierto, que hay lugares fuera de Concepción que merecen ser reconocidos con su propia identidad.

La lucidez con que se realizó esta reconstrucción histórica ha conseguido, a mi juicio, superar el automatismo de los inacabables homenajes. Pudiera ser un paso para recuperar algo de integridad; repensar la complejidad de esa Violeta marchitada por el manoseo de los estereotipos y el abuso de la marca “Parra”, secuestrada por capitales extranjeros con el beneplácito de quienes, por derecho, pueden profitar de esas acciones.

El relato de Violeta Parra en Concepción es intersticial. La breve temporalidad que aborda otorga el beneficio de la profundidad, que ayuda a llenar los abundantes vacíos sobre esta figura emblema de la cultura nacional. Se inserta en el meta-relato con una mirada diferente que se plantea sin grandes pretensiones, pero ambiciosa, apasionada y honesta.

Pudiera ser que en el futuro se le reconozca como un imprescindible, ya sea por los violeteros empedernidos o por los habitantes de Concepción y la frontera del Biobío. Porque -dicho sea de paso- en nuestra ciudad todavía abundan discursos sin sustancia que exigen ser provistos de contenido. Y visto así, este libro viene, sin proponérselo, a hacerse cargo de las omisiones que la Universidad de Concepción ha cometido con los dos protagonistas de la historia: Violeta Parra y esa comunidad que llamamos Concepción.

Nicolás Masquiarán Díaz

Departamento de Música, UdeC.

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